viernes, 23 de enero de 2009

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CHICO DE BARRIO

En el año 2007, el promedio diario en accidentes de tránsito a nivel nacional, fue de 21 muertos; en los siguientes doce meses la cifra de fallecidos por los mismos motivos, siguieron siendo de terror. En nuestra ciudad, desde la municipalidad, se decidió poner más firmeza con los controles de alcoholemia los fines de semana; que llevó a papis y nenes, a protestar por terminar con los vehículos en depósito municipal y pagando fuertes multas determinadas por los concejales. Las amenazas de: “a estos nos los vota más nadie” – lo de “nadie”, es una autoreferencia - se escucha fácilmente, porque lo dicen a los gritos y como parte de una campaña personal o en el mejor de los casos, de emprendimiento familiar, en contra de una administración pública que les impide a sus pequeños, andar utilizando un automóvil o moto, como elemento homicida o suicida, claro está, abombados por los vapores alcohólicos, por lo que creen, ser “más bananas”. Esta última Noche Buena, gracias a los controles, se transformó, en una buena noche: no hubo accidentes ni cándidos párvulos abollados que llorar. Cualquier buscador de pelos en productos gallináceos, puede decir - y es aceptable- que fue casualidad; pero el mismo fenómeno se produjo la noche de Año Nuevo. Semejante acontecimiento, es más raro que japonés sin filmadora, pero aún así, no fue señalado por los siempre independientes comentaristas de hechos cotidianos. Lo más destacable, en la falta de accidentes, es posible que se debiera a que en semanas anteriores - alrededor de medio centenar de niños en diferentes grados de “dope”- fueron “desarmados”, terminando sus peligrosos chiches, precintados en el corralón municipal. Ya finalizando el calenturiento enero del corriente año pareciera que la violencia vuelve a nuestras calles a pesar de las exigencias con que son presionados los “zorros” para que no aflojen en el control; el accionar de los agentes municipales enoja a lechuguinos, que de tanto en tanto producen una baja entre los atribulados sopla pitos; como hace pocos días, cuando un tripulante de cuatriciclo, atropelló de pura mala leche a un empleado municipal, al que lesionó cobardemente, usando el rodado como arma. Recuerdo aquel hermoso y lejano tiempo, que en mi barrio, “detrás de la vía” las broncas las solucionábamos con métodos algo alejado de lo jurídico. Podrán decir - por nuestros procedimientos- que éramos incivilizados, ciertamente sería así, pero también deberán reconocer, que no éramos ventajeros despreciables, como se ven tantos, en estos días.


Roberto Capdevila.

En recuerdo de Ismael y Hugo, amigos de pocas palabras.